Ciudad de México, 1974 -Toluca, 2010
Suicidio por ahorcamiento.
Por: VERÓNICA GALICIA
Era la década de los noventa. Selene Hernández León, recién llegada a Toluca desde el Distrito Federal, tenía 18 años, la rebeldía a flor de piel y unas ganas de vivir “muy cabronas”, recuerda su amiga Rocío Franco.
Comenzaba sus estudios de Sociología en la Universidad Autónoma del Estado de México. En ese tiempo conoció a Miguel Alvarado, su compañero de vida y profesión por 16 años.
Lectora voraz, informada, organizaba tertulias con sus amigos y compañeros universitarios. Siempre los regañaba porque no leían y solo les preocupaba afianzar futuros cargos burocráticos, cuenta Franco: “Ustedes son unos güevones. No leen, nada les interesa. Tenemos 20 años, la vida por delante y no tienen interés por nada”, les decía.
Selene desarrolló habilidades para la fotografía, el dibujo y el diseño, a la par que iniciaba su carrera como reportera. Su espíritu sensible no mermó su lado duro, reacio y apasionado.
El primer lugar donde exploró el periodismo fue el diario Cambio. Empezó como reportera de cultura, después cubrió política: temas relacionados con la municipalidad toluqueña y las acciones de los funcionarios mexiquenses.
Las condiciones laborales eran frágiles: la falta de seguridad social y la incertidumbre salarial, junto con la inquietud de emprender su propio proyecto periodístico, se combinaron para que decidiera salir del periódico.
A finales de 2003 fundó Nuestro Tiempo, semanario que apostó por el periodismo de investigación, poco practicado en la capital mexiquense. Las denuncias de corrupción y de impunidad, y la violencia organizada fueron la línea editorial.
El periodista Francisco Cruz Jiménez invitó a Selene en 2008 a integrarse al equipo de investigación del libro Negocios de familia, sobre la trayectoria política de Enrique Peña Nieto, que expuso su relación cercana con el ala radical de la Iglesia católica y la trama de relaciones políticas y familiares que le permitió convertirse en 2012 en candidato presidencial del PRI.
Con más de 16 millones de habitantes, el Estado de México es una de las economías más poderosas del país. Su arraigada estirpe política constituye el Grupo Atlacomulco. Ante este escenario, Selene decía que “el periodismo tiene que servir para dar voz a quienno la tiene, para empezar la mía”.
El gremio periodistico mexiquense suele enfrentar amenazas, robo de equipo y agresiones físicas y verbales. En su trabajo repercute también el control informativo que ejerce el gobierno estatal sobre un gran número de medios mediante la publicidad oficial.
En 2009, Selene hizo equipo nuevamente con Cruz Jiménez para la elaboración del libro Tierra narca, una investigación sobre las causas y consecuencias de la expansión de la delincuencia organizada en la entidad. Los datos que recabó la situaron ante los grupos criminales, los asesinatos y la impunidad.
Selene era una mujer aguda y crítica, detallista y observadora al ejercer el periodismo, asegura Cruz Jiménez: “En el proceso de investigación y escritura de los libros me fue orientando, dando consejos. Se sentaba conmigo a leerlos. A veces concordábamos, otras no”.
Un día, el periodista se reunió con su equipo. Sobre la mesa colocó una caja grande de cartón con documentos. Entre ese cúmulo de información había un expediente que relacionaba a José Manzur Ocaña, ex delegado de la Procuraduría General de la República (PGR) en el Estado de México —actualmente prófugo—, con el grupo de Los Zetas.
Selene encontró un documento con la transcripción de una llamada de teléfono celular entre un narcotraficante y su contacto en la PGR. La conversación hacía referencia al asesinato, en mayo de 2007 en el puerto de Veracruz, de los escoltas de Mónica Pretelini, esposa de Peña Nieto, fallecida cuatro meses antes.
Los cuatro hombres fueron acribillados por un comando armado cuando se encontraban al cuidado de los hijos del entonces gobernador del Edomex. Después de terminar de leer, Selene se levantó de la mesa y dijo a sus compañeros: “No sé si pueda seguir”. Pero continuó con la investigación, que combinaba con su trabajo en el semanario.
Poco tiempo después, Selene enfermó, recuerda Miguel, su viudo. Las alteraciones en su conducta hicieron que tomara un tratamiento médico para contener la esquizofrenia y la psicosis generadas por la investigación.
El 27 de octubre de 2010, Selene fue hallada muerta en el Hotel Colonial, ubicado en el centro de Toluca. Según el reporte preliminar de la Procuraduría General de Justicia del Estado de México, había sido asesinada en un cuarto donde se celebraba una orgía.
La autopsia forense aclaró que la muerte se debió a asfixia mecánica por ahorcamiento. Selene, sola en su cuarto, tomó pastillas para dormir; después, habría sufrido una crisis en la que usó las cuerdas de las cortinas y unos cables para ahorcarse, luego de subirse al alféizar de la ventana, según relata el expediente.
Para Miguel, el Estado la mató, como al resto de los periodistas del país. Culpa al miedo inducido por la amenaza del gobierno, al terror que causa con sus acciones. El periodismo, alerta, puede provocar que enfermes de miedo.
“Selene no tendría que haber muerto de miedo. No debería estar muerta. Porque estos pendejos (los políticos) no tendrían por qué haber robado, engañado; por qué haber metido miedo”, lamenta Miguel.
La muerte de Selene no propició cambios en el periodismo mexiquense, ese que reprodujo —sin ahondar en la información— una versión oficial de su fallecimiento alejada de la verdad.