Chínipas, 1962-Chihuahua, 2017
Asesinada con arma de fuego.
Dos sentenciados, dos prófugos.
POR PATRICIA MAYORGA
—¿Y si ponemos una fonda? Yo cocino bien y podemos ser socias. La atendemos y dejamos esto.
Ese 1 de febrero de 2017, Miroslava Breach Velducea y yo nos citamos para desayunar juntas antes de ir al Palacio de Gobierno a cubrir una manifestación de pobladores de la Sierra Tarahumara, que habían viajado a la ciudad de Chihuahua para protestar por el “gasolinazo”.
Aquella mañana platicamos sobre las presiones que recibíamos, ella de funcionarios del ayuntamiento de Chínipas y de gente cercana, y ambas del vocero del Partido Acción Nacional (PAN) en el estado, Alfredo Piñera Guevara, para que dejáramos de cubrir temas de violencia en la sierra.
Después de reírnos, me preguntó:
—¿Tú sí te dedicarías a otra cosa?
—No.
—¿Por qué?
—Porque creo que para mucha gente el periodismo es la única esperanza, sería traicionarla. ¿Y tú?
—No, tampoco. Dejar de publicar sería ser cómplice de ellos (de los políticos corruptos y los grupos delictivos).
Conversamos sobre nuestras exparejas y nuestros jefes, sobre la frustración y el sentimiento de soledad, también acerca de la agencia MIR, que acababa de crear. Reímos mucho y también lloramos.
Miroslava enfrentó al poder político por décadas. Fue una periodista incómoda, a quien no le tembló la voz ni la pluma para denunciar la corrupción, la impunidad y la perversidad de los gobernantes.
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Tercera de una familia de cinco hermanas y un hermano, Miroslava perdió a su padre, Jacobo Irene Breach Valderrama, cuando tenía 8 años. Su madre, María Velducea Urquidi, se dedicó a trabajar y fue su hermana mayor Rosa María, de 12 años, quien se hizo cargo del hogar.
“Cuando mi madre llegaba”, recuerda Rosa María, “yo le pasaba el reporte diario y a la primera que acusaba era a la Miros. Un día revisé su cuaderno y vi que tenía páginas enteras con palabras como libertad, igualdad, y algunas canciones de protesta, en particular de Nacha Guevara; como yo también era una niña y no entendía, la regañé, le grité, la amenacé con pedirle a mi mamá que la castigara. Ella solo decía: ‘Déjame vivir mi vida’”.
María y Jacobo eran respetados en Chínipas, un municipio de la Sierra Tarahumara que se extiende junto al río del mismo nombre, en el límite con Sonora. El padre era dueño de tierras y se dedicaba también a la compraventa de ganado; junto con su esposa, poseía un almacén en donde vendían artículos de todo tipo.
Miroslava nació un 7 de agosto de 1962 en la casa familiar, su madre fue asistida por la partera del pueblo. Tras enviudar, María dejó su casa en Chínipas por la falta de apoyo de sus cuñados. En la vecina ciudad de Navojoa, en Sonora, abrió una tienda de abarrotes muy surtida, “la típica de un pueblo chico”, cuenta Rosa María.
Ahí estudió Miroslava la primaria, en una escuela pública. Se distinguió por su inteligencia y su pasión al declamar poemas en los festivales. Cuando, ya en la secundaria, cursó la materia de historia universal, se entusiasmó con el socialismo, la Revolución rusa y la vida de Vladimir Ilich Lenin.
“Fueron temas que llevó a la casa y que asustaban a mi madre. Empezó a surgir una Miros que hablaba de pobreza, de injusticia, de igualdad, con una mente analítica, crítica, cuestionadora, ¡era una niña!”, dice su hermana. “Uno de sus maestros empezó a prestarle libros. Recuerdo mi impresión al ver un libro tan ‘gordo’ en manos de Miros: era El capital, de Karl Marx. Por más inteligente que haya sido a su corta edad, no creo que lo haya entendido cabalmente, pero ese libro se quedó en casa, con ella”.
La madre, las hijas y el hijo se turnaban para atender la tienda. Así se dieron cuenta de la generosidad de la niña Miroslava.
“Tendría Miros unos 9 o 10 años y, en una ocasión en que estaba mi madre en su turno, llegó una señora por un litro de leche y le pidió dos panes. Mi madre, obvio, se los cobró, y la señora, toda molesta, le dijo: ‘¿Qué le pasa? Con su hija la Miritos, si llevamos un litro de leche nos regala el pan, y si compro un kilo de tortillas nos da un cuarto de queso’”.
Su carácter se forjó en una tierra de gente “recia” y trabajadora. Desde pequeña cavaba pozos para plantar árboles y acarreaba cubetas de agua en su hogar de Navojoa. Creció siendo autosuficiente: se encargaba de impermeabilizar y dar mantenimiento al aire acondicionado de su casa en la capital de Chihuahua, de cambiar las llantas y revisar su vehículo con frecuencia, cuenta Rosa María.
Cuando llegó el momento de ir a la universidad, decidió estudiar la carrera de Biología Marina en la Universidad Autónoma de Baja California Sur en La Paz. A los dos años decidió cambiarse a Ciencias Políticas y Administración Pública. Les dijo a su mamá y a su hermana, que la ayudaban a pagar sus estudios, que si cursaba esta carrera podría contribuir a resolver los problemas sociales, al denunciar en los periódicos la corrupción política. Junto con sus compañeros creó un periódico universitario. Así inició su carrera periodística.
En Baja California Sur trabajó en dos medios locales: los semanarios Concepto, en La Paz, y La Opinión, en Los Cabos; también fue directora de comunicación social del Ayuntamiento de Los Cabos. En 1993 volvió a Chihuahua; residió en la capital del estado, en donde trabajó para El Heraldo de Chihuahua y El Diario de Chihuahua. Tuvo cargos administrativos en el Norte de Ciudad Juárez y desde 1997 se desempeñaba como corresponsal de La Jornada.
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Miroslava era un personaje de la vida pública en Chihuahua. Su sobrina Paola Araujo recuerda que asumía una imagen de mujer dura e inquebrantable como una forma de protegerse, porque era sensible y solidaria.
“Era incorruptible, jamás aceptaba nada para ella. Por ejemplo, se acostumbraba que el gobierno del estado obsequiara en Navidad pavos a los periodistas. Te mandaba tu pavote a la redacción o a tu casa. Miroslava los regresaba, no aceptaba nada de ninguna fuente”, cuenta la periodista y amiga de Miroslava, Olga Aragón.
Eso no le impidió entablar amistad con algunas de sus fuentes. Cuando Aragón le preguntaba cómo podía disociar la relación personal del trabajo periodístico, respondía: “Porque así, queriéndola mucho, le metía sus fregadazos”.
Gracias a su trabajo se hizo visible la lucha histórica por la defensa de la tierra de la comunidad de Baqueachi, en el municipio de Carichí, que ha sido acompañada por la asociación Bowerasa, que dirige Estela Ángeles Mondragón.
Ella asumió su representación legal después de que el 1 de marzo de 2010 asesinaran a su esposo, el defensor de derechos humanos Ernesto Rábago Martínez, quien era el abogado de la comunidad.
Miroslava les dio voz, tanto a ella como a la comunidad rarámuri, asegura Ángeles Mondragón. Después de que la periodista publicó un reportaje sobre la invasión por ganaderos mestizos de predios de El Divisadero y Mesa del Águila y la violación a los derechos de los indígenas, las autoridades comenzaron a resolver los litigios. En mayo de 2014, una sentencia obligó a restituir los predios a la comunidad. Cada 1 de marzo, la abogada recuerda en el acto conmemorativo del asesinato de su esposo que, por su recuerdo y el de Miroslava, Baqueachi no se rinde.
Aragón cuenta que Miroslava llegó a sufrir el periodismo, pues se sentía muy sola.
“Del círculo muy cercano de Miros nos fuimos casi todos. Me decía que es muy fácil irse, pero aquí están las cosas que arden, está muy cabrona la situación y los periódicos están valiendo madre. Me decía: ‘Olga, el medio está muy jodido. El medio está de la chingada. Si queremos hacer periodismo tenemos que recurrir a los jóvenes. Yo voy a crear una agencia de periodismo, y la creó”.
La agencia de noticias MIR fue fundada por Miroslava pocos meses antes de su asesinato. Cuando la mataron, estaba en el proceso de reunir un equipo de profesionales para hacer periodismo de investigación y ofrecer los materiales a medios de comunicación.
Su personalidad quedó reflejada en su ejercicio periodístico, asegura Aragón, quien trabajó con Miroslava en El Diario de Chihuahua.
“Una vez teníamos una entrevista con (el gobernador panista Francisco) Barrio (1992-1998). Nos habían dicho que iba a llegar del aeropuerto al Palacio de Gobierno. Miros se quedó en una puerta y yo en la otra para que no se nos fuera a pelar. Ya me había dicho Miros: ‘Aragón, yo empiezo la entrevista porque yo soy muy breve y tú te extiendes y a mí me interesa hacer rápido mi pregunta”.
Cuando llegó Barrio, Miroslava solo lo miraba de arriba abajo sin decir nada, y de pronto le cuestionó: “Oiga, señor gobernador, ¿qué no tiene usted de plano quien le planche las camisas? Mire qué camisa trae, toda arrugada. Es el mandatario, es el jefe del ejecutivo, es la imagen política de Chihuahua”.
“A Barrio se le pusieron las orejas rojas, y empezó a dar explicaciones: ‘Mire, lo que pasa es que no tuve tiempo de ir a la casa a cambiarme, vengo del aeropuerto, esta ropa la traía en mi maletita y ahora vengo del hotel, me quedé ahí”.
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El interés de Miroslava por la Sierra Tarahumara, el registro de la violencia y los abusos que enfrentaron sus comunidades, fue una constante en su labor periodística. El 4 de marzo de 2016 publicó en La Jornada un reportaje en el que denunció cómo los capos de la delincuencia organizada habían impuesto a sus familiares en las listas de candidatos a alcaldes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en municipios serranos como Uruachi y Urique, y en ayuntamientos gobernados por el PAN como Bachíniva y Chínipas.
A partir de ese día, sufrió intimidaciones de políticos como el exalcalde panista de Chínipas, Hugo Amed Schultz Alcaraz (2013-2016), quien tras concluir su mandato había sido contratado como director de Educación Indígena en la Secretaría de Educación y Deporte estatal por el gobierno del también panista Javier Corral Jurado (2016-2021). En este municipio, publicó Miroslava, se había registrado como contendiente Juan Miguel Salazar Ochoa, sobrino de Crispín Salazar Zamorano, jefe del grupo criminal Los Salazares.
El 23 de marzo de 2017, Miroslava fue asesinada frente a su casa, poco antes de las 7:00 horas. Con ocho balazos le quitaron la vida mientras esperaba en su camioneta a su hijo para llevarlo a la escuela.
Miroslava estaba divorciada, tenía una hija, entonces de 24 años, y un hijo de 14. Era una mujer exigente y selectiva en sus relaciones con el gremio periodístico.
Para Brisa, hermana de Miroslava, su muerte violenta ha sido difícil de procesar; el dolor no se va, dice, y queda la impotencia, el coraje y la decepción ante la simulación de las autoridades, que han omitido en su investigación a políticos del PRI y del PAN mencionados en la indagatoria. Su familia ha pasado por etapas de alto riesgo y de desintegración, pero no ha cesado de exigir justicia.
En diciembre de 2017 fue detenido Juan Carlos Moreno Ochoa, El Larry. Durante su juicio, como parte de la causa penal 259/2018, se estableció que fue quien planeó el asesinato de Miroslava y contrató a Ramón Andrés Zavala Corral y Jaciel Vega Villa para llevarlo a cabo. El Larry era el jefe de pistoleros de Los Salazares, un grupo del cártel de Sinaloa. En marzo de 2020 fue sentenciado a 50 años de prisión.
Días antes de la detención de Moreno Ochoa, encontraron en una brecha de Álamos, Sonora, el cuerpo de Zavala Corral con impactos de bala. Según la investigación, fue quien disparó contra la periodista, mientras que Vega Villa condujo el vehículo que lo trasladó.
En contra de este último se giró una orden de aprehensión, pero permanece prófugo, al igual que Salazar Zamorano, a quien su hijo, Édgar Salazar Gaxiola, identificado como el testigo protegido Apolo, lo delató como responsable de ordenar el asesinato de Miroslava por considerar que sus textos periodísticos perjudicaban al grupo criminal.
Los Salazares presuntamente culpaban a Schultz Alcaraz de haber proporcionado a Miroslava la información sobre la infiltración de la delincuencia organizada en las elecciones locales de 2016. El político, para deslindarse, solicitó la ayuda de su partido.
El hoy exvocero Piñera Guevara grabó, sin su consentimiento, varias conversaciones telefónicas con la periodista. Así lo había solicitado Schultz Alcaraz, y quien dio la orden para que lo hiciera fue el entonces presidente interino del PAN en el estado, José Luévano Rodríguez, que después sería secretario particular de Corral Jurado.
La grabación, en la que Miroslava se negó a revelar sus fuentes, fue entregada por Schultz Alcaraz al grupo criminal, y posteriormente localizada en la computadora de Vega Villa durante un cateo realizado en su casa.
El exalcalde de Chínipas fue detenido el 17 de diciembre de 2020. Se declaró culpable en un juicio abreviado por el delito de homicidio en calidad de “partícipe auxiliador”. Se le dictó una sentencia de ocho años de prisión.
Schultz Alcaraz fue juzgado sin perspectiva de género, sin el agravante de violación a la libertad de expresión, y sin la figura legal de análisis de contexto por los “daños colaterales” al gremio periodístico que generó el asesinato, según establece la sentencia.
El análisis de contexto obliga a las autoridades a investigar las estructuras de poder que existen detrás de los autores materiales de un asesinato y demostrar la sistematicidad de los crímenes, que en este caso derivó en la violación al derecho constitucional a la libertad de expresión, según el exfiscal colombiano Juan Pablo Hinestrosa, quien ha asesorado a los gobiernos de Chihuahua y federal sobre esta figura legal.
Sara Mendiola, directora de la organización Propuesta Cívica y asesora legal de la familia de la periodista, explicó que en el caso de Schultz Alcaraz no hubo desahogo probatorio.
“En el procedimiento abreviado basta con la mención de los datos de prueba con los que cuenta la Fiscalía (Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión). Se hizo la mención del análisis de contexto, pero no hay debate probatorio”, detalló Mendiola al finalizar el juicio.
El sistema político y los grupos criminales a los que Miroslava enfrentó y desenmascaró, cómplices en su asesinato, continúan intactos en Chihuahua.