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MARCO ANTONIO ÁVILA GARCÍA

Ciudad Obregón, 1973-Guaymas, 2012
Secuestrado, torturado y estrangulado.
Ningún detenido.

POR PRISCILA CÁRDENAS

Si Marco Antonio Ávila García no hubiera sido la persona que la tarde del 17 de mayo de 2012 fue secuestrada por cuatro hombres armados y embozados en un lavado de autos de Ciudad Obregón, Sonora; o su cuerpo el cadáver, con huellas de tortura, que al día siguiente encontraron en una bolsa negra de un terreno baldío, seguramente habría sido el primero en llegar al lugar de los hechos para cubrir la nota.

Antes de raptarlo, uno de los hombres armados le preguntó si era periodista. Él respondió afirmativamente. Entonces los criminales lo encañonaron y lo subieron a la fuerza a un vehículo sedán, de color azul, según documentó Artículo 19, una organización protectora de periodistas

“Marquitos”, como le decían en el gremio periodístico, tenía 39 años, y fue privado de su libertad en la colonia Municipio Libre, pero encontraron su cuerpo a las 12:45 pm del 18 de mayo, a más de 100 kilómetros del lavado de autos, en un paraje rural llamado San José, en el municipio de Guaymas, según el boletín de la entonces Procuraduría General de Justicia del Estado de Sonora (PGJESON).

El fotorreportero policiaco de El Regional de Sonora y el vespertino hermano El Diario de Sonora fue estrangulado y junto a su cuerpo había un mensaje, en una hoja cuadriculada, en el que un grupo de la delincuencia organizada se adjudicaba el asesinato, señala el boletín.

José Larrinaga Talamantes era amigo de Marco Antonio y el vocero de la PGJESON. Dice que le tocó reconocer el cuerpo del hombre moreno de 1.70 metros de estatura, lo que le resultó muy doloroso, y conoció el mensaje pero no lo reveló: “El tema no se volvió a abordar y a mí nadie me volvió a preguntar, se me hizo raro pero comprensivo porque la violencia se vino muy fuerte en el estado”.

Eduardo Flores, el director de El Regional, externó a la agencia Associated Press (AP) que el periodista era uno de los más experimentados de la fuente policiaca de la región y no pensaba que hubiera sido amenazado, pues su reporteo no era de investigación y no mencionaba a los grupos criminales por su nombre.

Marco Antonio vivía en Ciudad Obregón, cabecera del municipio de Cajeme, con alrededor de 400 mil habitantes y los índices delictivos más altos de Sonora, por lo que su cobertura diaria incluía accidentes, crímenes y asesinatos.

Para ejercer la fuente policiaca “Marquitos” tuvo que aprenderse las 107 claves con las que los policías se comunicaban entre sí a través de un radio Motorola que filtraba la frecuencia de Seguridad Pública, apodado “el escáner” entre los periodistas de la fuente, y que transmitía en tiempo real cada uno de los reportes que ingresaban al número de emergencias 066.

El día que mataron a “Marquitos” era el cumpleaños de Martín Alberto Mendoza, mejor conocido como “el Sammy”, su amigo y colega. Éste comía con su familia y no escuchó que la operadora dio el reporte de su secuestro a través del “escáner”: “4 28 con 99 coca pusieron 83 a un 71 entre las calles Jalisco y Valle”.

El festejo se suspendió con la noticia. “Ese día había hablado con él como a las tres y media de la tarde, después alguien me llamó y me dijo que como a las cuatro y media se lo habían llevado, fue muy pesado, sólo estaba pidiéndole a Dios que no le pasara nada”, relató Sammy.

Marco Antonio siempre estaba pendiente de los reportes del “escáner”, comentó, porque era un reportero responsable y amaba su profesión. Lo describe como un hombre sencillo, reservado, carismático y sincero, que primero fue su colega y después se hizo su amigo.

“Marquitos tenía un don: olfato para percibir la información, olía la noticia y esa virtud era envidiable”, expresó. Pero también era un hombre cauteloso: “Oiga ¿ya tiene esta nota?, ¿cómo la ve con esto?” acostumbraba preguntarle y juntos analizaban la importancia o los riesgos de publicarlo.

No olvida que cuando había que tomar una foto y los policías colocaban cintas amarillas para evitar que los reporteros se acercaran, de repente volteaba y “Marquitos” ya estaba subido en el techo de una casa con el fin de obtener el mejor ángulo, pues “era muy entregado a su trabajo”.

Recuerda que en su día de descanso -porque los reporteros en Sonora sólo tienen un día libre a la semana- Marco Antonio prefería quedarse con su familia: “amaba a su esposa Karina y a sus dos hijos (uno de seis años y un bebé de 10 meses), era un hombre de principios y muy sano”.

Josefina García, su madre, de igual manera lo describió durante su velorio: “mi hijo era muy bueno, buen hijo, buen padre, siempre estuvo al pendiente de todos, era muy trabajador, muy entregado y responsable”, registró El Universal.

“Marquitos” era ingeniero de profesión, más su gusto por la cámara fotográfica, y la necesidad económica, lo llevaron a tomar fotografías y videos en fiestas infantiles, lo que lo acercó al periodismo a los 21 años.

El ex vocero de la PJESON recuerda que conoció a Marco Antonio en 1998, cuando ambos eran reporteros, por lo que en esa época se veían todos los días. Su amistad se estrechó a partir de 2004, cuando se hizo el portavoz de la fiscalía y una de las fuentes del reportero.

“Jamás se aprovechó de la amistad”, dijo, “siempre tuvo la delicadeza de llamarme de manera educada, cuando me cuestionaba, cuando hacía preguntas sobre un caso, siempre con curiosidad, de traer información adicional”.

El Regional dio la noticia de su asesinato y, con faltas de ortografía, informó que se quedaban sin reportero policiaco. Un año antes, en 2011, otro de sus reporteros, Pablo Aurelio Ruelas, también había sido asesinado, de acuerdo a Artículo 19.

En 2012, el año del crimen de Marco Antonio, la violencia se disparó en el municipio de Cajeme, a tal punto que Ciudad Obregón cerró con 102 asesinatos.

La violencia inhibió al gremio periodístico local. No salió a las calles a marchar. Tampoco se organizó ni tuvo el ofrecimiento para recibir cursos de seguridad y defensa personal o manejo de riesgos, como ocurre en otras partes de México.

El caso de “Marquitos” no se resolvió. “El expediente se quedó en proceso, nunca dieron con el autor intelectual, tampoco con los que se lo llevaron”, comentó el ex vocero de la Procuraduría, que dejó el cargo un mes después de los hechos.

“Él siempre traía algo más, el dato que a todos los periodistas se les va, a Marcos no se le escapaba, a veces manejaba cosas reales que no te explicabas de dónde las había sacado”, recuerda entre risas.

Por eso si “Marquitos” hubiera sido el que escribe esta historia, seguramente en esta parte aparecería información adicional, quizás él sí habría averiguando el nombre del responsable o por lo menos el motivo por el que el expediente de su muerte quedó inconcluso, archivado.

 

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