Huachinango, 1959-Martínez de la Torre, 2003
Desaparecido.
Ningún detenido.
POR BRISA GÓMEZ
Horas antes de su desaparición, el 10 de julio de 2003, Jesús Sandalio Mejía se compró un esquite —ese antojito que le gustaba tanto— en el Parque José María Mata de Martínez de la Torre. Le comentó al vendedor que estaba nervioso porque esa noche se reuniría con Alfonso Allegretti Mejía, exdelegado de Seguridad Pública en Tlapacoyan y presidente del PRI municipal, a quien había acusado de tener nexos con la delincuencia organizada.
Sus denuncias en los programas A primera hora y Voz y palabra de la emisora local MS Noticias incluían también al diputado federal priista Guillermo Zorrilla Fernández. Desde la noche de su cita con Allegretti Mejía se ignora el paradero del periodista, que cuando desapareció tenía una esposa y un hijo pequeño.
Jesús nació en la ciudad poblana de Huauchinango, donde estudió electromecánica, pero tras tomar un taller en la Casa de la Cultura de Huauchinango coordinado por su primo, Mario Alberto Mejía, decidió dedicarse al periodismo. Lo contó Mejía en septiembre de 2020 en La Quinta Columna, que publica ContraRéplica.
Ambos eran nietos del cronista de la región, Sandalio Mejía Castelán, autor de Huauchinango histórico, cuyo nombre lleva la biblioteca pública municipal.
Sus compañeros de trabajo recuerdan a Jesús como un hombre reservado. Llegó a Martínez de la Torre como corresponsal del periódico La Opinión de Poza Rica; posteriormente, entró a trabajar en MS Noticias como reportero de la fuente policiaca y, con el tiempo, se hizo cargo del área de noticias.
Verónica Huerta, una reportera que colaboró con Jesús en la emisora, afirma que tenía “buen ojo” para reconocer el talento de sus colegas más jóvenes. “Nos vio a una amiga y a mí en un programa que se llamaba Mujeres arriba y me invitó a reportear. Me dijo que me iba a enseñar y acepté”.
Como jefe de noticias repartía órdenes de trabajo, hacía juntas en la redacción para definir los temas importantes del día y compartía su experiencia con el equipo.
A una antigua colega le sorprendió la camioneta que manejaba cuando llegó a Martínez de la Torre, pues superaba en tamaño y costo a los vehículos compactos que solían utilizar los miembros de la prensa. Quedó claro que le gustaban los “buenos coches”.
Jesús conducía los noticieros A primera hora y Voz y palabra, en los que abordaba temas como la corrupción, la delincuencia organizada y sus vínculos con la clase política. Quienes trabajaron a su lado, como Huerta, tenían la esperanza de que volverían a verlo con vida.
Días después de que la esposa del periodista, María Magdalena Maza, interpuso una denuncia por el delito de secuestro, un grupo de reporteros de Martínez de la Torre acudió a Xalapa a solicitar audiencia en la Procuraduría General de Justicia del Estado. Su titular, Pericles Namorado Urrutia, los recibió, les aseguró que se investigaban los hechos y los mandó de vuelta a casa.
Acto seguido, el procurador estatal se comunicó con diferentes medios de Martínez de la Torre para informar a los jefes de redacción algo que había callado ante los compañeros del periodista: a Jesús lo involucraban en el robo de autos. Días después, lo repitió en una entrevista “banquetera” a la prensa de Xalapa, según un reportero que pidió no mencionar su nombre y supo de las llamadas del funcionario porque en esa época trabajaba en MS Noticias.
Fue el 28 de julio cuando Namorado Urrutia dio los detalles en una rueda de prensa. Informó que se había abierto la averiguación previa 641/2003/1 por la desaparición de Jesús, descartó que lo ocurrido se relacionara con su trabajo como periodista, y aseguró que enfrentaba una causa penal de orden federal por el delito de robo de autos, por lo que se investigaba si había salido de Xalapa con rumbo a Campeche.
La revista Proceso consignó que, según el procurador, familiares y excompañeros de trabajo de Jesús en Poza Rica aseguraron en sus declaraciones que sufría claustrofobia y “no es la primera vez que desaparece”.
En declaraciones a la organización Reporteros Sin Fronteras, la esposa de Jesús consideró “imposible” que hubiera desaparecido de manera voluntaria. La nota agregaba que el delito del que se acusaba al periodista se relacionaba con un auto que le habían prestado y que se descubrió que era robado.
Un año después del suceso, en agosto de 2004, Andrés Valencia Heredia escribió en su columna Laberinto político que en el ejido de La Concha, en el municipio de Papantla, se había encontrado una osamenta a la que se le iban a practicar estudios antropométricos y dentales para determinar si correspondía al periodista. No se halló más información sobre este hecho.
Con el paso del tiempo surgieron distintas versiones sobre lo sucedido con Jesús. El periodista César Augusto Vázquez Chagoya se refirió a su desaparición en junio de 2005 en su columna Pasillos del poder, publicada en el portal Orizaba en Red: “En el proceso electoral del 2003, tres periodistas de un noticiero radiofónico de Martínez de la Torre se atrevieron a decir que Zorrilla Fernández y Allegretti Mejía eran narcotraficantes. El resultado: los comunicadores Roberto Alvarado y Gilberto León Báez fueron golpeados, y a Jesús Sandalio Mejía Lechuga simplemente lo subieron a un avión y lo tiraron al mar: no aparece por ningún lado”.
Ocho meses después, Vázquez Chagoya publicó que Allegretti Mejía, junto con los diputados federales priistas Guillermo Zorrilla Fernández y Rómulo Isael Salazar Macías, y el exalcalde de Coyutla y exdiputado local Basilio Picazo Pérez —hoy con una orden de aprehensión por el asesinato de la reportera María Elena Ferral—, formaban parte del grupo de poder que controlaba la región del Totonacapan. El periodista falleció en 2014.
En su columna En privado, publicada en El Buen Tono en julio de 2017, Ricardo Ramírez Juárez asegura que Jesús se reunió con Allegretti Mejía en el restaurante Flamingo. El articulista sostiene que el periodista trabajó “un tiempo” con el político y fue tras separarse por motivos económicos que emprendió “una feroz campaña de prensa” en su contra desde su puesto en la emisora propiedad de María Elisa Sainz.
“Nadie sabe a qué hora se desapareció el periodista”, escribe Ramírez Juárez. “Pidió permiso para ir al baño y extrañamente ya no regresó. No hubo gritos, amenazas ni mentadas de madre. Fue en apariencia una plática respetuosa con todo el ánimo de pactar una tregua entre ambas partes”.
Sainz, agrega el columnista, nunca utilizó los micrófonos de su emisora para denunciar la desaparición de Jesús. “Algunos dicen que fue por miedo, otros que porque la empresa recibió un sobre con dinero a cambio de que guardaran silencio”.
Nueve meses después de la desaparición del periodista, el 30 de abril de 2004, Allegretti Mejía fue asesinado por dos pistoleros que le dispararon cuando se encontraba en su automóvil, en pleno centro de Martínez de la Torre.
Era una época en que la prensa gozaba de privilegios. Se organizaban con frecuencia giras, con estancias en hoteles de lujo y viajes a cuenta de la administración estatal. También se podía entrevistar a cualquiera de los integrantes del gabinete.
La situación cambió en las siguientes administraciones. Comenzaron a restringirse las entrevistas, se redujeron las giras y los únicos invitados a cubrir eventos públicos eran los periodistas de medios señalados como oficialistas. Conforme el acceso a la información se cerraba, comenzaron los asesinatos y desapariciones de miembros del gremio.
En su libro México a cielo abierto, J. Jesús Lemus asegura que Jesús fue uno de los primeros periodistas que denunció, en el gobierno de Miguel Alemán Velasco, la intención de emprender proyectos mineros en las comunidades indígenas de Ojital, San Juan Villa Rica, El Limón y Mesa de 24; en años posteriores, estas localidades se vieron afectadas cuando la empresa Gavilán, S. A. de C. V., subsidiaria de la canadiense Almaden Minerals, abrió la mina de El Cobre.
Un familiar aseguró a Lemus que el periodista expuso en sus programas —sin dar nombres— los nexos de funcionarios estatales con el proyecto. Estos recibirían una comisión por convencer a los pobladores de vender sus predios a la inmobiliaria La Tampiqueña, que a su vez los vendería a la minera.
A Jesús lo desaparecieron, le dijo un periodista a Lemus, porque “tocó la corrupción de las estructuras de gobierno del estado de Veracruz con los poderes económicos involucrados en los proyectos de desarrollo”.
En su libro, Lemus consigna cómo las autoridades encargadas de la investigación criminalizaron al periodista, primero acusándolo de huir por el robo de un auto, y después asegurando que su reunión con Allegretti Mejía respondía a “intereses económicos fuertes”. Según afirma Carlos Moncada en Oficio de muerte, el político negó que se hubiera encontrado con Jesús.
En enero de 2019, el gobernador Cuitláhuac García develó una placa en el Palacio de Gobierno con los nombres de los 26 periodistas asesinados desde el 2000. De los ocho comunicadores desaparecidos solo se mencionó el nombre.
Desde la noche en que se perdió su rastro, no hay detenidos. Cuatro años después de su desaparición, el expediente permanecía abierto. Desde entonces, no se han informado avances en la investigación.