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CECILIO PINEDA BIRTO

Riva Palacio, 1979-Ciudad Altamirano, 2017
Asesinado con arma de fuego.
Ningún detenido.

Por: VANIA PIGEONUTT

Dos horas antes de ser asesinado en Ciudad Altamirano, en la región guerrerense de Tierra Caliente, el periodista Cecilio Pineda Birto anticipó su muerte.

La última transmisión en vivo desde su cuenta de Facebook, en la que tenía casi 40 mil seguidores, fue a las 17:26 horas del 2 de marzo de 2017. “Va a seguir habiendo muertes puesto que no quieren actuar como debe de ser… Y la mera verdad, sí llama mucho la atención por qué no quiere actuar el gobierno sabiendo que hay sicarios del Tequilero que les están dando a conocer los puntos, las guaridas, y no lo quieren detener”, sentenció en alusión a Raybel Jacobo de Almonte, el jefe de Los Tequileros —fallecido el pasado febrero, según versiones oficiales, durante un enfrentamiento—. La banda, vinculada a la organización criminal de Guerreros Unidos, opera en Tierra Caliente y el norte de Guerrero.

Al periodista calentano lo callaron a los 38 años de edad. Acostado en una hamaca, esperando su camioneta en un autolavado, disfrutó sus últimos minutos de vida. Eran las 19:28 horas cuando un joven, acompañado de otro con gorra, le disparó desde una motocicleta.

Cecilio aún respiraba cuando llegaron los paramédicos, pero no resistió el traslado al hospital. Algunos colegas con quienes cubría asesinatos presenciaron el suyo. Quedó con las manos cruzadas sobre el pecho. Piensan que pudo ahogarse con su sangre, al menos esa impresión les dio su imagen.

San Miguel Totolapan, desde donde el periodista se trasladó a la cabecera de Pungarabato, Ciudad Altamirano, donde vivía, es uno de los municipios con más siembra de amapola en Guerrero, y es considerado, de los nueve que integran Tierra Caliente, uno de los más inseguros. La región colinda con Michoacán, donde también abundan los delitos relacionados con el tráfico de drogas.

Israel Flores, corresponsal del periódico El Sur en Tierra Caliente, conoció a Cecilio cuando iban a la secundaria. Sin duda, a él y a los otros cinco reporteros que cubren la información policiaca en la zona, su asesinato les pegó en el ánimo. También sus familias lo resintieron: “Siempre que matan a un compañero queda el sabor de boca de que, la debas o no la debas, puedes seguir tú”.

Nacido en el pueblo michoacano de Vicente Riva Palacio, junto al río Cutzamala, que marca el límite con Guerrero, Cecilio siempre se interesó por la política. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Guerrero.

Inició su carrera periodística después del 2000, recuerda Flores, cubriendo noticias de política. No se metía entonces a la fuente policiaca. Reporteó también política en el periódico Despertar del Sur hasta que se mudó a la nota roja en el medio que fundó: La Voz de Tierra Caliente. Amigos y familiares de Cecilio, y también algunas de sus fuentes, coinciden que su impacto periodístico se podía medir en las redes sociales, no en su publicación impresa, que mantuvo dos años, de 2014 a 2016, sin una periodicidad fija.

La Voz de Tierra Caliente empezó a circular a inicios de 2014 como una publicación semanal que se repartía de manera gratuita, pero después, debido a la falta de ingresos, salía cuando el periodista reunía el dinero necesario para imprimirla. Su línea editorial no estaba definida. Publicaba los hechos violentos de la región, pero también incluía declaraciones de políticos como el priista Saúl Beltrán Orozco —acusado de homicidio y por presuntos vínculos con Los Tequileros—, como muestra uno de los titulares de un ejemplar que sostiene Cecilio en una fotografía: “Justicia social para las familias que habitan en la sierra, dice Saúl Beltrán en su visita a Linda Vista”.

A partir de 2014, su plataforma informativa más visitada fue su página de Facebook. Desde esta red social, donde se observa su último video, atrajo la atención internacional con su llamado: Cecilio Pineda. Las noticias al instante.

Varios de sus compañeros lo recuerdan como extrovertido y dinámico. Flores dice: “Le gustaba siempre figurar… Rara vez se metía en la nota roja, hasta que en 2012 comenzó a cubrir temas de violencia y curiosamente empezó a darse a conocer más”.

En el archivo del Despertar del Sur —el periódico más leído de la región y del que, según varios de sus excompañeros, fue despedido por realizar cobros indebidos en dependencias municipales— hay notas firmadas por Cecilio en 2007 que permiten conocer algunos de los temas en los que trabajó: “Preocupa a la Ssa temporada de calor”, “Niega Salud que tenga arsénico el río Balsas”, “Profeco: gaseras de la región con irregularidades graves”.

Años después sería el reportero policiaco más afamado de la zona. Sus redes sociales eran consultadas tanto por los calentanos como por migrantes en Estados Unidos preocupados por el aumento de la violencia en su región. Cecilio cobró más notoriedad con hechos como los secuestros masivos en Ajuchitlán en 2016, que narraba en vivo; también con las coberturas de políticos asesinados y todo tipo de denuncias.

Si reportear en Guerrero es difícil, hacerlo en Tierra Caliente lo es aún más. Tan solo en el proceso electoral de 2018 fueron asesinados siete aspirantes a candidaturas, y uno cuando era ya candidato. De acuerdo con la Fiscalía General del Estado, siete grupos operan el tráfico de drogas en la región; en las carreteras interestatales hay retenes militares y existen toques de queda tácitos en varios lugares, mientras que en otros no se puede entrar, son zonas de silencio: pasan cosas que no se cuentan.

“Por la mezcla que se da entre la delincuencia y los cuerpos policiacos hemos creído que la autocensura es, quizás, la única herramienta que tenemos para preservar nuestra vida. Los grupos de la delincuencia te amenazan, te exigen que no se publique y cuidamos ese punto; no nos metemos en problemas, no se publica”, relata Flores.

Y aunque la autocensura no es el mejor instrumento periodístico, es su única opción. Tierra Caliente, a diferencia de otras regiones en Guerrero como Acapulco, Chilpancingo, e incluso varios puntos de la Costa Grande, está en otra etapa, asegura el periodista. Allí no hay una pelea territorial por la “plaza”; es un territorio controlado, en el que la violencia no se mide solo por el número de muertos, sino por todo lo que no se puede decir.

Cecilio pensaba que la nota roja no debería de existir en los medios. Por exagerada, amarillista, escandalosa. No le gustaba cubrirla, recuerdan sus excolegas. Pero se quedó sin empleo, dejó de tener ingresos y empezó a trabajar por su cuenta. Fue entonces, dicen, cuando se percató de que a la gente le llamaba la atención la sangre, y poco a poco le perdió el miedo.

Cubría homicidios, accidentes, llegaba a todos los lugares y reporteaba para sus redes sociales. Ya en 2012 no lo hacía para ningún medio escrito ni electrónico, todo iba a sus cuentas; colaboró también con El Universal y La Jornada Guerrero.

En este contexto recibió una primera agresión. En septiembre de 2015, una persona vigiló sus actividades durante un día, amagó a su familia y disparó contra Cecilio, quien salió ileso. El Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas de la Secretaría de Gobernación lo acogió después de ese hecho.

Para la viuda de Cecilio ha sido un año difícil. Marisol Toledo es una joven de 32 años que vende bisutería y otros productos para mantener a las dos hijas que procreó con el periodista, una de 12 años, y otra de 9 con parálisis cerebral.

Se ha preocupado por todo desde el día del homicidio. Tuvo que reunir 23 mil pesos para los gastos funerarios, y lo más duro, lidiar con la impunidad del caso y con su tristeza y la de su familia, pues vive en la casa de su suegra, una mujer de 69 años a la que ha intentado consolar tras los hechos.

“La mera verdad ya no me interesa saber quién lo mató o por qué lo mataron; en realidad, él ya no va a regresar, él desgraciadamente ya no está”, lamenta.

Se disculpa por parecer indiferente, pero no es eso, aclara. Comparte que ha visto de todo en la investigación, incluso la Procuraduría General de la República (PGR) —el caso fue atraído por la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (Feadle)— ofreció en agosto de 2017 un millón y medio de pesos a quien proporcionara información, pero siguen sin dar con los culpables.

Le dijeron que al homicida de Cecilio lo mataron unos días después de cumplir con el encargo de asesinarlo. “Lo único que me informaron es que a uno de los autores materiales lo mataron. Y que al otro estaban por detenerlo o confirmar si habían participado esas dos personas”. La investigación sigue abierta.

Al día siguiente del asesinato, el ex fiscal general de Guerrero, Xavier Olea, atribuyó la muerte de Cecilio a la delincuencia organizada, y aseguró que una de las líneas de investigación se centraba en Los Tequileros, la banda criminal que lo había amenazado.

En el primer aniversario de la muerte de Cecilio, la representante en México de Reporteros Sin Fronteras, Balbina Flores, declaró al periódico El Sur que tras girarse una orden de aprehensión en contra de su presunto homicida, Luis Armando López Hernández, se descubrió que este había sido asesinado unas semanas después del ataque al periodista. Sus restos fueron hallados en Coyuca de Catalán.

Después de la agresión que sufrió en septiembre de 2015, el Mecanismo determinó que, por la gravedad del caso, Cecilio debía salir inmediatamente de la zona de riesgo. Se le ofreció un refugio temporal al que podría trasladarse con su familia, lo cual aceptó, sin que desde esa fecha hasta noviembre pudieran contactarlo, de acuerdo con la versión de la Segob.

Un año antes de su muerte, el 3 de marzo de 2016, como beneficiario del Mecanismo pidió ser trasladado a un refugio en la Ciudad de México. Hasta octubre de ese año no fue posible contactarlo, según la Segob, y al informarles el periodista que no le era posible viajar, le retiraron las medidas de protección hasta el momento en que accediera a ser reubicado.

La Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) consideró “fundamental” que el Mecanismo aclare qué alternativas de protección —además de la reubicación temporal— ofreció al periodista antes de decidir cerrar su caso pese a la existencia de un “riesgo extraordinario”.

En su última transmisión directa, las palabras de Cecilio denunciaron impunidad. Sin rodeos dijo que en el gobierno del priista Héctor Astudillo Flores conocían el escondite de Raybel Jacobo de Almonte, el líder de Los Tequileros, pero no actuaban porque estaban coludidos.

“Hay cosas que no se entienden, hay cosas que uno como ser humano por lógica piensa: ahí hay algo de relación entre el gobierno y este grupo criminal. Deberían de hablar con El Tequilero, deberían de montar un show, de que al menos hace como que se entrega para que así den certidumbre a su chamba”, criticó.

En esos 12 minutos informó también que, debido a la inseguridad, había paro de labores en cien escuelas, incluidas las de San Miguel Totolapan, de lo que culpó a las autodefensas, y denunció que los policías estatales no hacían recorridos.

También criticó que el gobierno y los diputados de la LXI legislatura local de Guerrero, de mayoría priista, no quitaran el fuero constitucional al diputado local de su partido, Saúl Beltrán Orozco, quien contaba con una orden de aprehensión por el delito de homicidio calificado.

Ese día, antes de llevar su carro al autolavado al que siempre iba, invitó a sus seguidores a comer pozole. “Comentarles que hoy es jueves pozolero. Provecho a los que estén comiendo su pozolito, y pues hay buenos lugares para comer sabroso en Altamirano. Mañana les seguiremos informando”.

El 18 de julio de 2021 trascendió que el número telefónico de Cecilio estuvo en un listado de personas espiadas por el software Pegasus. De acuerdo a las investigaciones de la Alianza de Medios, asociación civil que reúne a 13 medios de comunicación, él fue asesinado una semana después de ser incluido en el listado y, en dos ocasiones, su móvil fue intervenido por alguna agencia mexicana usufructuaria del programa de espionaje.

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