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(BRADLEY ROLAND) BRAD WILL

Evanston, 1970-Oaxaca de Juárez, 2006
Asesinado con arma de fuego.
Un detenido que fue liberado.

POR: YURIDIA TORRES

Sobre el techo de un edificio golpeado por una bola demoledora aparece un hombre delgado vestido de negro. Levanta los brazos y la grúa se detiene en seco. Hay polvo, escombros que caen, gente en la calle. Los policías entran al inmueble, suben y detienen al manifestante, que alcanza a gritar: “Fucking Giuliani!”.

Rudolph Giuliani, el entonces alcalde de Nueva York, ordenó derribar el edificio construido en 1982, ubicado en el Lower East Side de Manhattan, tras argumentar que un incendio registrado días antes lo había dejado inhabitable. Vivían en el inmueble okupas como Brad Will, el hombre que detuvo momentáneamente la demolición. Ese día, 9 de febrero de 1997, se quedó sin hogar.

Bradley Roland Will nació el 14 de junio de 1970 en Evanston, una ciudad de Illinois, pero creció en la cercana Kenilworth y estudió en el Allegheny College, una universidad privada de artes liberales en Pensilvania, donde se interesó por el anarquismo y la ecología.

Su despertar político fue posterior, cuando estudiaba poesía en 1993 con el beat Allen Ginsberg y otros artistas de pensamiento radical en el Instituto Naropa de Boulder, escribe Sarah Ferguson en “The Inconvenient Death of Brad Will”, perfil publicado en el sitio The Village Voice días después del asesinato del periodista.

Militante anarquista, formó parte del movimiento radical en defensa del medio ambiente Earth First!, el cual propugna que la causa que defiendes es más importante que salvar tu vida. Brad se apegó a esta norma.

También desafió a los fundamentalistas evangélicos de Promise Keepers con un performance en la Universidad de Colorado en el que contraía matrimonio con otro hombre y lo besaba, aunque era heterosexual.

El desalojo que sufrió en Nueva York fue un hito en la vida de Brad; a partir de entonces, sus luchas contra la desigualdad, el capitalismo, la globalización y los gobiernos aumentaron. Fue un activista que hizo del periodismo su medio de protesta.

Su implacable búsqueda de justicia lo puso, a veces, en situaciones peligrosas, reconoce Kathy Will, madre del documentalista y camarógrafo autodidacta.

Era el menor de cuatro hermanos. Mientras Wendy, Craig y Christy, los mayores, gozaban de una vida acomodada, Brad era okupa, viajaba en trenes de carga, formó parte de la radio clandestina Steal This Radio 88.7, y en 2001 se unió al Independent Media Center (Indymedia).

A Brad las comodidades no le interesaban, vivía con lo mínimo. Sentía una conexión con la Tierra, una fuerza interior lo movilizaba contra sistemas injustos como el neoliberalismo, afirma Kathy, quien orgullosa y nostálgica escribe desde Estados Unidos sobre su hijo.

Su activismo provocó que fuera arrestado en 1999 durante las protestas por la reunión de la Organización Mundial de Comercio en Seattle. Brad se manifestó también en Praga, al año siguiente, contra la Cumbre del Fondo Monetario Internacional (FMI), y participó en los movimientos antiglobalización que marcharon en Quebec, Génova, Zúrich y Barcelona, consigna Ferguson.

Abanderado contra el neoliberalismo, viajó por Sudamérica. Visitó Venezuela, Bolivia, Perú, Ecuador, Argentina y Brasil, donde en febrero de 2005 estuvo a punto de ser asesinado por la policía militar cuando filmaba el desalojo de okupas de un campamento en una zona industrial abandonada del municipio de Goiânia. Lo golpearon, lo arrestaron y le quitaron su cámara.

En enero del año siguiente documentó en Yucatán la iniciativa del Ejército Zapatista de Liberación Nacional denominada La Otra Campaña, una gira por varias ciudades organizada para cuestionar el sistema electoral mexicano.

Su último viaje fue a Oaxaca, cámara en mano, para filmar la lucha que desde mayo de 2006 mantenía la sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) con el gobierno del priista Ulises Ruiz, a quien había formulado demandas como el mejoramiento de la infraestructura educativa y la ampliación de becas y de recursos humanos.

Brad era un hippie desaliñado de cabello largo recogido en un nudo. Usaba lentes y a menudo vestía una chamarra negra, despintada.

Jugaba con fuego. Durante las protestas, su cuerpo se expresaba. Se balanceaba. Giraba. Daba sorbos de gasolina, escupía sobre una antorcha y lanzaba llamaradas. A las marchas sumó su guitarra, con la que componía música y convertía su poesía en canciones.

Su última guitarra permanece en un estuche negro que Brad decoró con estampas; en una amarilla se lee: “Giuliani is a jerk” (“Giuliani es un idiota”). Así la muestra Christy, la hermana del periodista, en el documental Shot in Mexico, dirigido por Xochitl Dorsey, en el que lo describe como un apasionado de la música y la poesía, un ambientalista.

Sarcástico, Brad llegó a dedicar canciones a sus represores, como I Really Like the Cops (Realmente me encantan los policías). Un video de 2001 lo muestra sentado en un sillón negro, en la sede de Indymedia en Nueva York, cantando sonriente frente a la cámara:

I really like the cops

They always get me high

I hope that I get taken

Into custody and die

And I hope that every fact

That’s in the Coroner’s Report

Gets chucked into a dumpster

So it won’t get heard in court. *

Minutos antes, frente a la misma cámara, Brad habla sobre los movimientos anticapitalistas y cómo las personas necesitan actuar juntas para lograr cambios.

David Rovics, compositor y músico estadounidense, lo conoció en Praga protestando contra el FMI. Después, era común que se encontraran en manifestaciones anticapitalistas.

Lo veía en bicicleta, cargando su guitarra o sosteniendo una cámara. Para Rovics, la imagen icónica de Brad es cuando subió a la azotea del edificio en Manhattan para evitar, por unas horas, que fuera demolido. Un acto, en términos prácticos, inútil y arriesgado.

“Cuanto más veía del mundo, de las protestas, las ocupaciones y la represión, más radical se volvía, pero mantenía su buen humor”, asegura Rovics.

Años después del asesinato de Brad, le compuso una canción. En una de las estrofas recuerda que el documentalista fue a Oaxaca para sumarse a la batalla del magisterio, y luego Rovics encontró su fotografía en el periódico con dos balas en el cuerpo.

Los amigos del periodista, tanto activistas como anarquistas, le advirtieron del riesgo que significaba ir a Oaxaca. Algunos se preguntan si fue valiente, ingenuo o, simplemente, era adicto a la adrenalina, escribe Ferguson.

Lo atrajo la subversión que se gestaba en el estado tras el enfrentamiento de los policías con los maestros de la CNTE el 14 de junio de 2006 —el día en que Brad cumplía 36 años—, cuando utilizaron gases lacrimógenos y balas de goma para desalojarlos del zócalo de la ciudad. Organismos de derechos humanos reportaron 92 heridos.

Diversas organizaciones sociales y políticas integraron el 17 de junio la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) para enfrentar al gobierno de Ulises Ruiz y exigir su renuncia.

Brad llegó a Oaxaca en octubre. Durante días, estuvo rodeado de personas que no conocía, que hablaban otro idioma y tenían una cultura diferente. Comió, durmió y caminó a su lado. Si de algo no tenía miedo, era del mundo; confiaba en la humanidad y quería contribuir a mejorarla, afirma su madre.

La tarde del 27 de octubre, mientras grababa un enfrentamiento en el municipio de Santa Lucía del Camino entre integrantes de la APPO y agentes infiltrados del gobierno estatal, fue alcanzado por dos disparos. El periodista lanzó un grito que quedó registrado en su cámara, lo mismo que su petición de ayuda.

Un estudio de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) determinó que los disparos, que impactaron en su abdomen y su costado derecho, se efectuaron a una distancia de 35 a 50 metros, lo que contradijo la versión de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) de que la agresión se había producido a una corta distancia.

La CNDH concluyó también que las dos balas calibre 38 especial que lo mataron procedían del mismo revólver y que fue un solo victimario.

Los proyectiles lo hirieron mientras estaba rodeado de manifestantes. Cuando cayó, corrieron para ayudarlo, lo levantaron, le aseguraron que estaba bien, pero a Brad la vida se le iba entre sonidos de disparos, gritos de auxilio y caras de desesperación.

En su informe ¡Ya sabemos! No más impunidad en Oaxaca, de marzo de 2016, la Comisión de la Verdad de Oaxaca (CVO) consigna que no había entre los manifestantes ningún médico, solo un veterinario que lo revisó cuando ya había perdido el conocimiento. Intentaron trasladar a Brad en un Volkswagen, pero el automóvil se descompuso antes de llegar al hospital. El conductor de un camión de redilas los auxilió y fue quien llevó al herido a la Cruz Roja, donde al llegar informaron a los acompañantes que ya había fallecido.

El asesinato de Brad continúa en la impunidad, establece la CVO, “sin una línea de investigación que dé como resultado el acceso a la justicia, así como a la verdad”, para identificar y castigar tanto a los autores materiales como intelectuales.

Por el delito de homicidio calificado con agravante de ventaja fue abierta una averiguación previa por el Ministerio Público adscrito a la Cruz Roja, y otra más por la Procuraduría General de la República, Delegación Oaxaca. En abril de 2007, la PGJE declinó su competencia en el caso, y en octubre fue atraído por la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra Periodistas de la PGR —la actual FEADLE—, iniciándose la averiguación previa 11/FEADP/2007, consignada ante el Juzgado Cuarto Penal del Centro en Oaxaca.

En octubre de 2008 fue arrestado Juan Manuel Martínez Moreno, integrante de la APPO, acusado de ser el autor material del asesinato de Brad, mientras que Octavio Pérez Pérez, Hugo Jarid Colmenares Leyva y Miguel Cruz Moreno fueron detenidos por encubrimiento, siendo liberados a los pocos días.

Martínez Moreno permaneció en prisión hasta febrero de 2010, cuando fue liberado por falta de pruebas. El Comité 25 de Noviembre, encargado de su defensa, aseguró que había sido un “rehén del Estado” para acallar la exigencia del gobierno de Estados Unidos de hallar al culpable de la muerte del periodista.

“Es un ejemplo de la falta de una investigación seria y profesional, así como de la criminalización de la protesta social, pues las pruebas y testigos usados para incriminarlo fueron, a todas luces, fabricadas y manipulados”, señaló en un pronunciamiento.

En mayo de 2012 fue detenido Lenin Emelio Osorio Ortega, un profesor de primaria de 36 años, como el presunto homicida de Brad. Información oficial proporcionada a la UNESCO señala que el Juzgado Segundo Penal del Centro inició el expediente número 82/2012 en su contra.

Un comunicado de la PGJE, dado a conocer por la revista Proceso, evidenció que Osorio Ortega no fue detenido cuando informaron las autoridades, sino tres meses antes, el 9 de marzo, junto con otras tres personas por el delito de portación de arma de fuego.

En octubre de 2018, el acusado obtuvo del juez Segundo de Distrito, Fidel Gallegos, un amparo federal contra el auto de formal prisión que se le dictó en marzo de ese mismo año como presunto responsable del delito de homicidio simple. La Fiscalía General del Estado de Oaxaca interpuso un recurso de inconformidad, según el periódico El Imparcial, por lo que continúa detenido.

En memoria del periodista, una red de activistas creó la página web Friends of Brad Will (Amigos de Brad Will) para concientizar sobre los abusos de los derechos humanos en la lucha contra el tráfico de drogas y lograr la justicia en el caso de Brad, quien —según afirman— fue asesinado por paramilitares al servicio del gobierno.

“Hay una maquinaria abrumadora de violencia contra los periodistas en el país. Y un manto de impunidad se ha extendido sobre ella”, advierte el periodista estadounidense John Gibler en el documental Shot in Mexico.

La repercusión internacional de su asesinato es considerado uno de los motivos por los que, dos días después de ocurrido, el Presidente Vicente Fox envió 4 mil 500 policías federales a Oaxaca para reprimir a la APPO y tomar el control de la ciudad.

Osorio Ortega pasó siete años en prisión y en 2019 fue liberado porque evidenció que la PGJE (actual Fiscalía General del estado de Oaxaca) no probó fehacientemente su culpabilidad.

*Link del video:

https://bit.ly/2QiyQT8

 

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